Está muy de moda hablar de la adicción a Internet, especialmente por parte de padres preocupados por la relación que sus hijos tienen con las nuevas tecnologías. Aquí os daré algunas pistas para diferenciar si las conductas de tus hijos incurren en adicción o no y sobre cómo actuar para prevenirlo:
En primer lugar hay que decir que no hay consenso sobre considerar esta adicción como tal, la mayoría de los expertos no reconocen su entidad diagnóstica y, como en otras «adicciones conductuales», es difícil delimitar el uso «normal» y excesivo de, en este caso, las nuevas tecnologías.
El uso de las nuevas tecnologías es imprescindible para la sociedad tanto en el ámbito personal como en el profesional al punto que lo que está estigmatizado es el no usarlas.
Hablamos de un uso patológico de la tecnología cuando tiene un carácter incontrolable (uso impulsivo), malestar significativo en caso de no poder usarlo (hablaríamos de una especie de «abstinencia»), supone una inversión grande de recursos y tiempo (compite con otras actividades como las académicas o las laborales) e implica una dificultad para las relaciones sociales (nos referimos a las «habituales», en persona, no en las redes sociales).
En relación a lo anterior podríamos decir que hablamos de una necesidad de intervención por la problemática asociada al uso excesivo e incontrolado de internet cuando se vean afectadas otras áreas relevantes de la vida que compitan en tiempo con ello. Aquí incluimos el fracaso académico, el ocio saludable (menos sedentario) o la sustitución de las relaciones personales.
Los jóvenes de entre 15 y 24 años (según la Comisión Europea) son un colectivo especialmente afectado por la adicción a internet. Sumado lo que les hace vulnerables a otro tipo de adicciones (búsqueda de experiencias, transgresión, acceso, consideración social…) impide el desarrollo de habilidades sociales en una etapa de la vida clave en la que estas competencias se ponen en marcha. Es una etapa de la vida en la que se va conformando la personalidad y con ello la forma de ver el mundo. Lo anterior significa que la «adicción a internet» puede estar enmascarando otra problemática (autoconcepto devaluado, déficit de habilidades sociales, impulsividad, baja tolerancia a la frustración) y que además puede desembocar en problemas en la etapa adulta.
¿Qué podemos observar como padres?
La frecuencia y calidad de la conducta: aunque es algo subjetivo hablaríamos por ejemplo de un chequeo continuo de los emails y las notificaciones o de no poder pasar 4 horas sin estar conectado a la red (y vivirlo con ansiedad).
Interferencia con la vida cotidiana: perder horas de estudio o sueño por navegar o recibir apercibimientos del centro académico por el uso del móvil.
Existencia o no de ocio alternativo: valorar si se relaciona con chicos y chicas de su edad (es frecuente que el uso de las redes sociales entre los adolescentes se de con su grupo de pares) más allá de internet, es decir, sale con su grupo de amigos.
Dificultades indirectas: se muestra retraído, tímido, con dificultad para establecer relaciones sociales. Muestra apatía por actividades fuera de casa. Se muestra más apático o agresivo.
¿Cómo podemos tratarlo?
Como se comentaba anteriormente no se trata de prohibir el uso del internet ya que para esta generación es algo imprescindible. Se trata de hacer un uso racional.
Hay que tener en cuenta que se trata de algo subjetivo y de que lo razonable para una generación que tuvo su primer smartphone de adulto no es lo mismo que para un adolescente que se ha criado en una generación 2.0.
Trataremos de que no interfiera en sus actividades cotidianas poniendo horarios o límites a las horas de uso y sobre todo negociando con ellos el uso de internet. En el caso de los más pequeños acompañándoles cuando naveguen para asegurarnos de que no se ven expuestos a contenido inadecuado. Y en todos los casos recordando que es fundamental no revelar información personal (teléfono, dirección, instituto al que van, horarios) para darles seguridad en lo que bien empleado es una ventana a un universo de información.
Estaremos atentos a las dificultades para su autocontrol, cambios de humor o hábitos o dificultades para el manejo dentro de la familia. En estos casos podemos consultar con un especialista para aprender a manejar esta situación en la familia.