Sin entrar a distinguir entre hábitos y rutinas, nos han machacado con el mensaje de los beneficios que las rutinas tienen para nosotros, sobre todo en los niños, pero: ¿son también positivas las rutinas para los adultos? Y si son tan positivas: ¿por qué se llenan las carreteras los fines de semana de gente que viaja para hacer algo diferente y huir de la rutina? Mi opinión es que, como en casi todo en esta vida, las rutinas tienen cosas positivas y negativas.
He escogido centrarme en las positivas y en sus efectos sobre la psique humana:
- Aumenta nuestra seguridad al hacer más predecible el entorno y lo que puede o no puede ocurrir. Esto nos permite concentrarnos más en las tareas del momento y vivir más en el aquí y el ahora despreocupándonos de alguna manera de los posibles “desastres” o imprevistos. Por ejemplo: si yo sé que los viernes mi jefe suele irse del trabajo a las once de la mañana, en lugar de a las tres como de costumbre, sabré que será mucho más probable que los viernes pueda acabar mi trabajo a tiempo y no me traigan informes extra a última hora.
- Nos libera recursos atencionales al funcionar “en automático”. Pensemos en todos los esquemas motores o cognitivos que hemos automatizado y que no consumen atención pese a que cuando los comenzamos a aprender nos costaban un montón: la lectoescritura, tocar un instrumento, hablar un idioma, conducir, … desde luego habríamos avanzado muy poco como civilización si no hubiésemos generado rutinas para un sinfín de actividades.
- Mejora nuestra sensación de control y nos ayuda a organizar nuestra agenda y gestionar nuestro tiempo. Si todos los martes y los jueves nos quedamos a tomar una caña tras el trabajo con los compañeros y es una actividad que nos gusta, intentaremos colocar otras tareas (como hacer la compra o pasear al perro) en otros momentos del día. Además podremos ir pensando en las anécdotas del fin de semana que les contaremos para que nos riamos un rato.
- Disminuye nuestra sensación de esfuerzo. Recordemos el primer día que intentamos estudiar cuatro horas en la biblioteca para preparar aquella oposición, o aquel día que entramos por primera vez a clase de “cardiobox”, … a partir del tercer o cuarto intento lo convertimos en un hábito y la sensación de esfuerzo disminuyó.
- Nos ayuda a valorar y disfrutar más los pequeños cambios y elecciones diarias. Podemos elegir los juegos que proponer a nuestros hijos de camino al colegio, ponernos la música a todo volumen marcándonos un «solo de guitarra eléctrica» mientras limpiamos la casa o elegir un camino diferente para llegar al mismo sitio de todos los días.
- Fomenta la creatividad: dado que predecimos mejor lo que va a ocurrir, controlamos el tiempo y no nos cuesta esfuerzo, podemos encontrar formas alternativas o diferentes para hacer lo mismo de otra manera, o incluso para que volvamos sobre lo que ya conocemos y revisemos si hay algo que mejorar. A algunas personas las rutinas les suelen aburrir a menudo pero: del aburrimiento nacen los mejores planes, los mejores inventos y las fantasías más exóticas.
Por eso la próxima vez que te descubras “agobiado/a” por la rutina pregúntate si estarás recordando todo lo que te aporta.