Llegan las vacaciones y con ellas la oportunidad de desconectar de la rutina. Se acaba el curso escolar y multitud de actividades que hasta septiembre echan el cierre. El ritmo de las calles disminuye.
Ansiadas vacaciones sí, pero en ocasiones nos encontramos con tiempo para llevar a cabo actividades que no nos decidimos a iniciar y sin embargo no lo hacemos. La desgana y apatía a la hora de tomar la iniciativa pueden hacerse protagonistas. Sobre todo en meses de calor como julio y agosto. Las temperaturas no juegan a nuestro favor. Cuando el termómetro supera cierto nivel nuestro rendimiento cae. El efecto físico de las altas temperaturas es fácilmente reconocible: sudor, deshidratación, hinchazón, náuseas, dolor de cabeza, latidos rápidos del corazón y bajada de la presión arterial, golpe de calor…. Los efectos psicológicos también cobran importancia: malestar general, debilidad, confusión, irritabilidad…
La disminución de la actividad es inevitable a determinadas horas del día en el exterior, y teniendo en cuenta los mencionados efectos, puede truncar la motivación por mantenerse activo.
Cuando acaba el invierno y entra la primavera suele saborearse un “subidón” de energía. El buen tiempo y la mayor cantidad de horas de luz, en general, hace que nos alegremos por el cambio de estación. No neguemos que también existe la astenia primaveral que puede dejarnos fuera de combate en alguna ocasión, pero la tendencia es dar la bienvenida a la estación. Sobrepasada cierta temperatura este efecto puede terminar.
Pueden ser otros factores los que nos llevan a un estado de inactividad y de apatía. Ya hablamos en otro artículo de la dificultad que encontramos en salir de la zona de confort, salir de la rutina. A veces nos encontramos con que no sabemos cómo disfrutar del tiempo libre.
¿Cómo puede ser? Tanto tiempo deseándolo y al llegar no sabemos cómo aprovecharlo. Es frecuente oír a las personas hablando de sus vacaciones diciendo que disfrutan de los dos primeros días de descanso y pasados éstos se frustran al no saber qué hacer. Es fácil llegado este punto caer en la inactividad y pasividad entrando en un círculo vicioso.
Por otro lado se critica de la sociedad de hoy en día la prisa por todo, el enganche a lo tecnológico, el exceso de trabajo, la necesidad de ser productivos, casi la obligación de crear, de estar disponible…
Pero ninguno de los dos extremos es saludable, ¿Dónde encontrar el equilibrio?, ¿dónde está el punto medio? A veces ponemos como excusa para mantenernos en una de las dos tendencias la falta de tiempo, de dinero, de la ausencia de acompañantes… pero, ¿hasta qué punto es excusa?, ¿qué podemos hacer para disfrutar más del tiempo de ocio?, ¿qué nos puede ayudar a no ir posponiendo el comenzar actividades o proyectos?, ¿cómo disfrutar de una actividad sencilla sin más? Os animo a plantearos estas cuestiones y sacar mayor provecho del tiempo libre si cabe.